Autor: Pedro Valenzuela de Fissac.com, Investigador en Unidad de Fisiología de la Universidad de Alcalá y en la Unidad de Control de Rendimiento en el Centro de Medicina del Deporte (AEPSAD, CAR de Madrid)
Cuando escuchamos “estrés oxidativo”, es normal que tendamos a asociarlo con algo negativo. ¿Cuántas veces hemos escuchado que acciones como fumar aumentan el estrés oxidativo? ¿O que el envejecimiento se acelera por un exceso de estrés oxidativo? Y es que en gran parte es así: un exceso de radicales libres y, en consecuencia, niveles elevados de estrés oxidativo pueden provocar daño celular.
Es por ello que, durante décadas, el consumo de antioxidantes (sustancias que permiten luchar contra ese estrés oxidativo, como pueden ser las vitaminas A C, o E, u otros muchos elementos como los beta-carotenos o los flavonoides) se ha promovido para prácticamente cualquier tipo de población, hasta el punto de que actualmente los suplementos con antioxidantes (o incluso alimentos enriquecidos con éstos) siguen encontrándose entre los más comercializados.
En el campo del ejercicio los antioxidantes también gozan de una gran popularidad, y se encuentran presentes en una gran cantidad de suplementos nutricionales. Sin embargo, antes de discutir su eficacia, debemos conocer qué papel tiene el estrés oxidativo cuando hacemos ejercicio.
Ejercicio y estrés oxidativo: los beneficios de los antioxidantes
Aunque realizar ejercicio de forma regular desemboca a largo plazo en una mayor capacidad antioxidante de forma endógena, en cada sesión de entrenamiento aumenta la producción de radicales libres debido a diferentes mecanismos como la mayor actividad de la cadena respiratoria en la mitocondria, pequeñas microrroturas a nivel muscular, y otros procesos en el citoplasma de las fibras musculares.1 Como hemos comentado, es en parte comprensible que tendamos a asociar ese aumento de radicales libres con procesos negativos. De hecho, elevados niveles de estrés oxidativo, como los que pueden producirse tras ejercicios muy intensos, prolongados y/o extenuantes, son en parte los causantes de la fatiga muscular y del daño muscular post-ejercicio (conocido popularmente como agujetas).2
En este sentido, existe evidencia que muestra que el consumo de antioxidantes puede evitar en cierta medida estas consecuencias. Por ejemplo, hace ya 30 años se comprobó en humanos que el consumo de antioxidantes (N-acetilcisteína) mejoraba el rendimiento muscular durante una sesión de electroestimulación muscular.3 Años más tarde, un estudio liderado por la investigadora española Mari Carmen Gómez-Cabrera y publicado en la prestigiosa revista JAMA evaluó el efecto de la suplementación con otro antioxidante (alopurinol) en ciclistas profesionales durante el Tour de Francia. Los autores observaron que aquellos que tomaban alopurinol antes de cada etapa tenían valores inferiores de indicadores de daño muscular (creatina kinasa) en comparación con los ciclistas que habían tomado un placebo.4 Una década después, la evidencia seguía acumulándose en torno a los posibles beneficios de los antioxidantes en el rendimiento. Por ejemplo, un estudio realizado en triatletas mostró que el consumo de antioxidantes durante 9 días mejoraba el rendimiento en una competición de ciclismo simulada, además de reducir los niveles de inflamación y daño oxidativo.5
Estrés oxidativo y las adaptaciones al entrenamiento: la cara B de los antioxidantes
Sin embargo, pese a que un excesivo estrés oxidativo puede tener consecuencias negativas de forma aguda para el rendimiento, es importante conocer que el estrés oxidativo es algo fisiológico y necesario para el correcto funcionamiento del organismo. De hecho, el estrés oxidativo es un actor clave en las adaptaciones al entrenamiento. Como si de una vacuna se tratase, la acumulación de episodios de estrés oxidativo en cada sesión de entrenamiento induce una mayor capacidad antioxidante a largo plazo, y ejerce como interruptor para que se lleven a cabo algunas adaptaciones beneficiosas a nivel muscular.
Ese fue el hallazgo de la Dra. Gómez-Cabrera hace ya 20 años. En un estudio realizado en ratas y publicado en el Journal of Physiology, los autores observaron que el ejercicio agudo inducía estrés oxidativo. Sin embargo, este a su vez activaba una serie de señales que promovían tanto la respuesta antioxidante como la adaptación muscular y vascular, y el consumo de antioxidantes (alopurinol) inhibía dichas señales.6 En línea con estos resultados, años después el mismo grupo de investigación observó tanto en ratas como en humanos que la ingesta de antioxidantes (en este caso, vitamina C) disminuía las mejoras en el rendimiento que se obtenían tras un periodo de entrenamiento.7 Además, en los animales se realizaron análisis bioquímicos y se observó que los antioxidantes prevenían el aumento de marcadores de biogénesis mitocondrial (ej. PGC1a), es decir, de mejora de la cantidad y calidad de las mitocondrias.
Años más tarde, la evidencia en torno a los posibles efectos perjudiciales de los antioxidantes en las adaptaciones al entrenamiento ha seguido acumulándose. Por ejemplo, distintos estudios en humanos han comprobado que la ingesta habitual de antioxidantes (en este caso, vitamina C y E) atenúa la activación de la biogénesis mitocondrial en respuesta al entrenamiento de resistencia,8 o incluso disminuye las ganancias de fuerza tras 10 semanas de entrenamiento de este tipo de ejercicio.9 Por lo tanto, parece claro que hay que tener precaución a la hora de suplementarse de forma rutinaria con antioxidantes.
Conclusiones
Como vemos, los antioxidantes pueden suponer un arma de doble filo en cuanto al rendimiento deportivo se refiere. Por un lado, el exceso de estrés oxidativo que se produce durante una sesión extenuante de ejercicio puede ser un mecanismo de fatiga. En base a esto, puede ser recomendable el consumo de antioxidantes en sesiones en las que se quiera maximizar el rendimiento deportivo sin tener en cuenta las adaptaciones derivadas de dicha sesión, como puede ser en una competición de una o varias etapas. Sin embargo, la toma de antioxidantes de forma habitual puede atenuar las adaptaciones provocadas durante el proceso de entrenamiento (las cuales son inducidas en parte por el estrés oxidativo), limitando así los beneficios obtenidos (ej. adaptaciones musculares y biogénesis mitocondrial).
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REFERENCIAS
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- Reid MB, Stokić DS, Koch SM, Khawli FA, Leis AA. N-acetylcysteine inhibits muscle fatigue in humans. J Clin Invest. 1994;94(6):2468-2474. doi:10.1172/JCI117615
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- Slattery KM, Dascombe B, Wallace LK, Bentley DJ, Coutts AJ. Effect of N-acetylcysteine on cycling performance after intensified training. Med Sci Sports Exerc. 2014;46(6):1114-1123. doi:10.1249/MSS.0000000000000222
- Gomez-Cabrera MC, Borrás C, Pallardó F V, Sastre J, Ji LL, Viña J. Decreasing xanthine oxidase-mediated oxidative stress prevents useful cellular adaptations to exercise in rats. J Physiol. 2005;567(1):113-120. doi:10.1113/jphysiol.2004.080564
- Gomez-Cabrera MC, Domenech E, Romagnoli M, et al. Oral administration of vitamin C decreases muscle mitochondrial biogenesis and hampers training-induced adaptations in endurance performance. Am J Clin Nutr. 2008;87(1):142-149. doi:10.1093/ajcn/87.1.142
- Paulsen G, Cumming KT, Holden G, et al. Vitamin C and E supplementation hampers cellular adaptation to endurance training in humans: A double-blind, randomised, controlled trial. J Physiol. 2014;592(8):1887-1901. doi:10.1113/jphysiol.2013.267419
- Paulsen G, Hamarsland H, Cumming KT, et al. Vitamin C and E supplementation alters protein signalling after a strength training session, but not muscle growth during 10 weeks of training. J Physiol. 2014;592(24):5391-5408. doi:10.1113/jphysiol.2014.279950