La nutrición humana y dietética no es una ciencia exacta ni mucho menos, eso se puede ver prácticamente a diario en consulta y cuando se trabaja con atletas.
Muchos de ellos se encuentran reprimid@s y en baja disponibilidad energética porque piensan que comiendo pueden hacer que ganen una gran cantidad inmediata de grasa y con ello que merme su rendimiento, sin saber qué esta ingesta tiene que estar estrechamente vinculada, adaptada a sus necesidades fisiológicas y al gasto energético producido durante entrenamiento/competición.
Lástima que cuando hablamos de fisiología humana 1+1≠2 y cuando un atleta se encuentra en estado de deprivación energética o simplemente no aporta lo mismo que gasta, el cuerpo humano no es tonto y se va volviendo mucho más eficiente, apagando funciones y algunas poniéndolas en “modo ahorro”. Pensad en vuestro teléfono móvil
¿Qué le ocurre cuando le queda un 5% de batería? seguramente todas las funciones empeoren y no se vuelvan igual de fluidas.
En un deportista le ocurre exactamente igual, de esta forma cuando aportamos los nutrientes y energía adecuada a nuestro deportista, a pesar de que la ingesta pueda ser superior, al mejorar su descanso y recuperación, sus funciones vitales, aumentar su volumen de entrenamiento, disminuir la fatiga durante este, disminuir el riesgo de lesión y enfermedad. Todo esto hace que aumente indirectamente su gasto energético de forma dinámica haciendo que un aparente “superávit calórico” se vuelva equivalente a la energía de mantenimiento o incluso un déficit ajustado. Típico caso que subes calorías y mejoras la composición corporal.
En cuanto a las posibles consecuencias tanto a nivel de salud y en el rendimiento de una baja disponibilidad energética;
Para no extendernos demasiado en cuanto a fisiología y fisiopatología de los diferentes órganos, mencionaremos por encima, los sistemas que se han visto comprometidos en los diferentes estudios (encontrándose la mayoría interrelacionados entre sí).
Donde debido a esta deficiencia relativa energética, podemos estar causando problemas tanto a nivel neuroendocrino incluyendo la interrupción del eje hipotalámico-hipofisario-gonadal, alteraciones en la función tiroidea, cambios en las hormonas reguladoras del apetito (p. Ej., disminución de la leptina y la oxitocina, aumento de grelina, péptido YY y adiponectina), disminución de la insulina y el factor de crecimiento similar a la insulina (IGF-1), aumento de la resistencia a la hormona del crecimiento (GH) y elevaciones del cortisol. Es probable que ocurran muchos de estos cambios hormonales para conservar energía para funciones corporales más importantes o utilizar las reservas de energía del cuerpo para procesos vitales. Todo esto afectando indirectamente tanto al metabolismo como al crecimiento y desarrollo del individuo, función menstrual (amenorrea), sistema gastrointestinal, sistema inmune (aumentando el riesgo de contraer enfermedades sobre todo en vías aéreas superiores) , a nivel hematológico (en el metabolismo del hierro), nivel psicológico (encontrándose una flecha bidireccional, ya que no se sabe si las alteraciones a nivel de trastornos alimenticios, se producen como causa o consecuencia de esto), empeorando el perfil lipídico y aumentando el riesgo cardiovascular debido a un aumento del c-LDL, factores de inflamación y daño endotelial, a su vez también nos encontramos efectos secundarios a nivel de metabolismo óseo, aumentando el riesgo de osteopenia, osteoporosis y fracturas a edad precoz.
En el rendimiento nos encontramos más de lo mismo, ya que una disponibilidad energética inadecuada nos producirá diferentes comportamientos o efectos no deseables a la hora de entrenar o competir: irratibilidad, depresión, descenso de los niveles de glucógeno, descenso de la fuerza, descenso de la resistencia cardiovascular, aumento del riesgo de lesión, descenso de las adaptaciones, así como respuesta en el entrenamiento, así como el descenso en la coordinación y función cognitiva en la toma de decisiones.
El tratamiento generalmente se basa en una mayor ingesta de energía, pero también puede requerir cambios en las elecciones de estos, la distribución de energía y otras características de la dieta; Estos cambios deben ser individualizados y periodizados de acuerdo con el gasto de energía y los objetivos de ejercicio del atleta. Puede ser necesaria una reducción o interrupción del ejercicio, dependiendo de la gravedad del déficit de energía, los síntomas y el nivel de cumplimiento.
Referencias
- De Souza, M. J., Koltun, K. J., & Williams, N. I. (2019). The role of energy availability in reproductive function in the female athlete triad and extension of its effects to men: an initial working model of a similar syndrome in male athletes. Sports Medicine, 1-13.
- Mountjoy M, Sundgot-Borgen JK, Burke LM, Ackerman KE, Blauwet C, Constantini N, et al. IOC consensus statement on relative energy deficiency in sport (RED-S): 2018 update. Br J Sport Med. 2018;52(10):687–97.
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- Keay N, Francis G, Hind K. Low energy availability assessed by a sport-specific questionnaire and clinical interview indicative of bone health , endocrine profile and cycling performance in competitive male cyclists. 2018;1–7.
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